En este libro Van Til argumenta que, aunque el idealismo y el cristianismo parecen estar aliados, existen diferencias fundamentales entre ellos. El idealismo enfatiza la inmanencia de Dios, mientras que el cristianismo también sostiene la trascendencia. A pesar de la alianza entre ambas corrientes, el autor defiende la fe en el Dios del cristianismo como más filosóficamente sostenible. Argumenta que la concepción central de Dios en el teísmo cristiano ofrece una unidad posible a la experiencia humana, mientras que el idealismo tiende a abandonar su ideal inicial de encontrar racionalidad completa en la experiencia y se vuelve pragmático. El autor concluye que la búsqueda de la unidad completa en la experiencia justifica la elección del cristianismo sobre el idealismo.